
La Flauta
- Cierto aldeano tenía el hábito de viajar para las fiestas solemnes, a la casa de oraciones del Baal Shem Tov. El aldeano tenía un hijo, muchacho simple, que no conocía siquiera la forma de las letras, y mucho menos, el significado de las palabras santas. Su padre no solía llevarlo consigo en sus viajes, porque no sabía nada. Pero cuando el niño llego a la edad de Bar Mitzva, el padre resolvió llevarlo consigo a fin de poder vigilarlo para que en el día de Iom Kipur no llegara a pecar, por ignorancia.
El niño tenía una flauta en la que tocaba en el campo a las ovejas y a los terneros. Para el viaje se metió la flauta en el bolsillo, sin que el padre reparara en ello. El muchacho se estuvo horas en la casa de oración, sin pronunciar palabra. Pero al comienzo del Musaf, se volvió a su padre:
– Padre- le dijo- tengo la flauta conmigo y quiero tocar.
El padre lo reprendió alarmado, y el muchacho se abstuvo. Pero cuando llego la oración vespertina, volvió a decir:
– Padre, déjame tocar la flauta.
– ¿Donde está la flauta? – pregunto iracundo el padre, y de inmediato coloco la mano sobre el bolsillo para impedir que la extrajera. Pero cuando dio comienzo la oración de Nehila, que señala el fin del día de Kipurim, el niño ni pudo contenerse, y empujando la mano de su padre, extrajo la flauta del bolsillo, cuya voz resonó en todo el recinto. Quedaron todos alelados y confusos, pero el Baal Shem Tov siguió rezando, aunque con mayor sosiego. Después dijo: “Este muchacho me facilitó el rezo”.
